Ciudades (都会 / Tokai)

Quizá hace algunas décadas lo primero que evocaba la palabra Asia en un occidental eran aún campos de arroz hasta donde alcanza la vista o elegantemente escalonados en la ladera de alguna colina, cultivados por nobles campesinos de sombrero a la vietnamí, con algún templete o monasterio aquí o allí donde hombres sabios intentaban alcanzar la paz interior.  Ya no. Asia ya no rima con paz sino con rascacielos y neones y su paisaje urbano nos es a todos familiar, con sus avenidas ruidosas y sus callejones escondidos, sus incontables puentes, sobre ríos y canales, ferrocarriles y autopistas, sus diques para contener aguas siempre amenazantes, sus omnipresentes máquinas de vending y sus postes ahogados por un millón de cables. Megalópolis tentaculares de doble cara: ¿Maldita Babilonia que cual ogresa engulle las ilusiones de los inocentes provincianos recién llegados o laboratorio de utopías donde redefinirse a uno mismo y al contrato social?

Tokyo Babylon, Clamp

De entrada y antes de entrar en matices: no, la ciudad representada en los mangas no suele ser un espacio positivo. Los montes y campos y ríos y mares japoneses están habitados por multitud de espíritus, bondadosos o malévolos, abrazables Totoros o espantosos Yokai, pero ambos inequívocamente no humanos. La ciudad también está habitada por espíritus. Espíritus humanos esta vez, los espíritus de los muertos que sufrieron y mal murieron allí.  Algunos de los Shojo Manga más interesantes como Tokyo Babylon (de explícito título) o Madoka Mágica, o incluso títulos más amables como Card Captor Sakura o Sailor Moon, se basan en la misma premisa. La heroína es una exorcista o algo parecido que libera a los espíritus errantes (sobre todo, para qué esconderlo, a los espíritus de los suicidas, el mal japonés) y combate las manifestaciones de la energía negativa que se desprende del sufrimiento de los habitantes de la gran ciudad. Por sus páginas vemos entonces pasar toda la galería de personajes del Japón infeliz, la chica que quería ser actriz y acabó como pin up, la alumna a quién hacían bullying, el estudiante que no aprobó el examen de ingreso a la uni, el padre de familia arruinado, etc. Del lado de Shonen, algo parecido encontramos en Noragami, mi flechazo del 2020, o, cambiando algunas cosas, en el clásico Tokyo Ghoul, epítome del malestar urbano nipón.

Akira, Katsuhiro Otomo,
cuando el cartel te cuenta quién es el prota

Aunque si tenemos que nombrar un manga en que el auténtico protagonista es la ciudad, ese sería sin duda Akira, cuya Neo-Tokyo marcó para siempre el imaginario del Otaku occidental. Katsuhiro Otomo era arquitecto, lo que definió su estilo ultra realista que huía de los personajes icónicos y la profusión de líneas cinéticas de las que tanto abusan los mangakas, en favor de personajes con rasgos individualizados que evolucionaban en espacios dibujados con riguroso detalle. Lo que curiosamente desembocaba en una extraña sensación deshumanizadora: veíamos a los personajes desde fuera, en focalización externa. Veíamos cómo todas las fuerzas de esa ciudad, las bandas callejeras, el ejército, los políticos corruptos, los terroristas, las sectas religiosas o los manifestantes, componían una tragedia coral de la que nadie escapaba (en ningún momento se sale de esa ciudad trampa, en ningún momento veremos naturaleza) hasta acabar en ese grito desgarrador del niño Akira y un halo de luz destructora y purificadora.  

Naruto, Masashi Kishimoto

Otro manga en que, de forma totalmente inesperada, se cuela una reflexión constante y compleja sobre lo que representa la ciudad es Naruto (y es que como siempre, bajo su estructura de Shonen ortodoxo, la obra de Kishimoto esconde joyitas). Konoha, la villa de la hoja, es también el protagonista principal de la historia. Desde la primera viñeta, descubrimos a Naruto haciendo grafitis sobre las gigantescas estatuas de los Hokages pasados, inscribiendo sus futuras aventuras en la continuación de la historia de la ciudad. Enseguida sabremos que la ambición de nuestro héroe es ser a su vez Hokage, algo así como el alcalde de la ciudad (una ambición extraña, reconozcámoslo, en un protagonista de shonen). Y luego deambularemos por tropecientos tomos en que se nos exponen todas las intimidades de la ciudad, sus lados brillantes y sus lados oscuros, sus traumas y sus alegrías, antes de llegar a uno de los flashbacks clave de la obra: la fundación de la villa de la hoja por el primer Hokage y Madara Uchiha. Este flashback sintetiza el pensamiento político de Kishimoto. ¿Qué es una ciudad? Una ciudad es anteponer el bien común por encima de los intereses del clan y el circulo eterno de vendettas que genera. Y por fin entendemos el comportamiento errático de Itachi Uchiha.  

Full Metal Alchemist, Hiromu Arakawa

Menos optimista es Hiromu Arakawa en Full Metal Alchemist. Tampoco es de extrañar: Hiromu creció con su familia de campesinos en una granja de vacas en la gélida Hokkaido. Su manga, más allá de la oposición evidente entre las virtudes del pueblecito de Resembool donde crecen los hermanos Elric y la claustrofobia de Ciudad Central (algo así como el Berlín de los años 30), es una condena sin tapujos a la vanidad y el orgullo humanos. Y de entre todas las creaciones artificiales fruto de este orgullo, la mayor es Ciudad Central, cuidadosamente diseñada, organizada y levantada por el Homúnculo como sacrificio final en su estrategia de desafiar nada más y nada menos que a Dios.

2 respuestas a “Ciudades (都会 / Tokai)

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